viernes, 10 de diciembre de 2021

TRES CENTÍMETROS

La Concejalía de Igualdad y Mujer del Ayuntamiento de Yecla organizó el IV Concurso de Microrrelatos sobre violencia contra la mujer (2021). Me presenté al concurso con este texto pero, lamentablemente para mí, no conseguí clasificarme. Lo publico en el blog para que al menos mis lectores podáis leerlo, creo que todos consideramos que cualquier esfuerzo es poco para erradicar esta lacra.


TRES CENTÍMETROS

Por María Rodríguez González-Moro

Aquél hombre estaba tirado en la acera sobre un charco de sangre, yacía boca abajo y por momentos la gente se agolpaba a su alrededor para ver qué había ocurrido. Miraban hacia arriba como buscando el origen de su muerte, porque estaba claro que muerto estaba; hay muertos que parecen estarlo pero luego se arrepienten y resucitan, mientras hay otros que parecen estarlo y lo están, como debe ser en cada muerto que se precie.    Nadie se atrevía a tocarlo, era como esas obras callejeras en las que un mimo construye un momento mágico haciendo que, a partir de su silencio, las personas ni se atrevan a intuir lo que va a pasar a continuación.

Miro desde mi balcón preguntándome qué habrá podido llevar a aquél hombre a tomar una decisión tan definitiva en la que enmarcar la conclusión de sus días. Muchas veces yo también he pensado hacer lo mismo, quiero decir dejarme ir, no saltar al vacío, el vértigo me puede. Creo que todos pensamos alguna vez que estamos cansados de la vida y hasta hemos fantaseado sobre cuál sería la forma más adecuada de firmar el finiquito vital, pero en mi caso, los últimos tres años han sido un constante ir y venir por páginas de Internet en las que se habla sobre el tema buscando la formula alquímica que me permitiera transformar el plomo en oro, porque eso parecía mi vida, puro plomo, gris oscuro, y flirteaba con la idea de que esa luz cegadora al final del túnel tal vez pudiera convertirla en oro, en el oro de la liberación, porque soy de las que piensan que vivir sin colores no es vivir. Afortunadamente algo en mi interior me mantenía lejos de ejecutar esos pensamientos de tardes nostálgicas otoñales de lluvia de lágrimas.

Mi marido me pega, me grita, me ningunea, me llama zorra sin haber cobrado nunca por dejar que mi cuerpo fuera el guiñapo del oscuro objeto de sus deseos. Me casé con él porque me sonreía siempre, era capaz de decirme guapa a destiempo, de esas ocasiones en las que un piropo íntimo te descoloca y piensas que el amor te desborda. Nuestros primeros años fueron como vivir en un paraíso reducido a un piso de cuarenta metros, poco importaba que no hubiera playas infinitas, porque ya era suficientemente infinito nuestro amor. Pero algo pasó, un día me vio sentada en la terraza de un bar con dos amigas y nunca olvidaré que no apartaba la mirada de mis piernas, como si los tres centímetros que la falda subía de mi rodilla fueran motivo suficiente para estrujar todas nuestras pasiones nocturnas y nuestras cómplices miradas cafeteras matutinas, que fueron muchas.

A partir de ahí esos tres centímetros se convirtieron en tres años de humillaciones, de dolor, de miedo. Ahora están dando la vuelta a aquél hombre de la calle. ¡Es mi marido! Entro en mi habitación sin saber qué hacer y me encuentro otro cadáver. ¡Dios mío, soy yo con un cuchillo clavado en el corazón! Me pregunto cómo pudo matarme si mi corazón hace mucho que ya no estaba.

martes, 30 de noviembre de 2021

Mujeres Fuertes en una Corte de Honor

 

Por María Rodríguez González-Moro

Cuando era joven e idealista (esto último sigo siéndolo), pregunté a mi padre por qué las mujeres no podíamos salir de “tiradores”. “La labor de la mujer en las Fiestas es mucho más importante que salir pegando tiros”, me dijo. Una respuesta arcaica, patriarcal y protectora que me indignó y comencé una discusión que acabó con una mirada de mi padre sonriendo, “tiempo al tiempo, ya lo entenderás”. Y así fue, como siempre él tenía razón.

Pero mi espíritu reivindicativo sigue vivo, me cuesta estar callada en muchas ocasiones, y esta es una de ellas.

La Corte de Honor ha estado presente desde siempre en mi casa, mi abuela Concha Tomás fue la primera presidenta, la conocí muy poco pero, por lo que contaba mi padre, no era una persona que se amilanara con facilidad, y estoy segura que ella, junto a las mujeres de la primera directiva, no fueron meras comparsas en un mundo de hombres.

MUJERES FUERTES que hicieron todo lo posible por conseguir dinero hasta de debajo de las piedras, hacer socias casa por casa, y casi casi las oigo “criticar” por lo bajini al cura de turno. En las siguientes directivas hubo más mujeres de mi familia, mis dos abuelas, mi tía Carmen (mujer luchadora, comprometida donde las haya), nombres de mujeres que decidieron unirse por amor a la Virgen.

MUJERES FUERTES como las que les sucedieron, mujeres que siguen perteneciendo a una Asociación que a los ojos de un profano pudiera parecer arcaica, fuera de moda, una asociación femenina que recordaría tiempos pasados. Esta calificación de femenina fue una de las razones que me llevó a saber sobre ellas, y creo firmemente que en realidad fue una asociación feminista nacida dentro de unas fiestas machistas y patriarcales, fiel reflejo de la época en la que les tocó vivir, unas mujeres que hablaron de igual a igual a los hombres, mujeres que no se acobardaron ante el reto que tenían por delante, que tomaron mando en plaza y se hicieron oír para reivindicar la importancia de la mujer en las Fiestas, más allá de las denominaciones que empleaban y siguen empleando para referirse a los cargos dentro de la asociación rememorando el cuidar y servir como algo ligado al papel de la mujer: celadora (persona que vigila…), camarera (mujer que tiene a su cargo cuidar el altar y las imágenes).

Estos días he oído y leído mucho sobre el carácter, el lema de la Corte de Honor, el servicio a nuestra Virgen, a la sociedad yeclana, a la Iglesia. Y la humildad. Pero yo no pertenezco a esta Asociación y por eso pienso que esa humildad, tal vez mal entendida, no les favorece y es de justicia alzar la voz para que su labor sea reconocida. Este artículo no quiere ser humilde, pero si servir para que se reconozca el papel de estas MUJERES FUERTES que lucharon y siguen luchando en la semipenumbra, porque lo que vemos las que vamos a visitar a la Virgen es la perfección en su máxima expresión, una imagen perfecta, un ajuar perfecto, un peinado perfecto, una decoración perfecta que nos anima a decir ¡¡ qué guapa está la Patrona!! Sin ver más allá, sin ver que hay alguien detrás de todo eso, que se encarga de que Ella luzca así.

Este artículo quiere visibilizar las manos quemadas por las planchas, los dedos llenos de pinchazos de las agujas, los brazos agotados, el frio metido en el cuerpo cuando arreglan a la Virgen y su ajuar en el Castillo, o están en la Iglesia vendiendo las “cosicas“ de la Virgen para sufragar gastos. Quiero reivindicar a MUJERES FUERTES como Julia Hortigüela y tantas otras que no conozco, que llevan años quitando tiempo a sus familias, a su descanso, mujeres que nunca han pedido nada, mujeres que no se quejan y que si les preguntas si están cansadas te responden con una sonrisa, mujeres de rostro desconocido que van detrás de la Virgen como una más, y que solo las delata el brillo de sus ojos cuando miran con orgullo a su Virgen.

Por ellas, por todas ellas, estas Fiestas deberíamos alzar una copa de vino de nuestra tierra y brindar.

¡¡¡ VA POR VOSOTRAS!!!!

jueves, 22 de octubre de 2020

Fundación Ambulancia del Deseo

 


Por María Rodríguez González-Moro

https://ambulanciadeldeseo.es/

 

Recuerdo la primera vez que oí hablar de esta Fundación, estaba tranquilamente sentada viendo las noticias regionales cuando apareció una cara conocida, Laura, y puse todos mis sentidos para ver dónde se había metido esta “loca” enfermera. Después llamé a mi hermana para preguntar e interesarme por esta extraordinaria iniciativa.

Una historia que nació en Holanda en 2007 y, como la mayoría de las cosas buenas, guiada por el deseo de alguien que tan solo quiso hacer realidad el sueño de un marinero: ver el mar por última vez. Kees Veldboer, conductor de una ambulancia que se dirigía al hospital, realizó un pequeño desvío hacia el puerto, y al ver la expresión de alegría del enfermo - Mario-, decidió organizarle una ruta para que pudiera despedirse de su querido mar, ese mar que había sido su vida, que llevaba grabado en su alma y quería retener en la retina en su último viaje. Dos meses más tarde la Fundación Ambulancia del Deseo era un hecho.

Pero ¿cómo llegó a Murcia?

En 2017 José Manuel Salas, Manuel Pardo, Carolina Cánovas y Laura Juguera arrancaron con el proyecto HURGE, un proyecto que pretende la Humanización de las Urgencias y Emergencias, poniendo al paciente como centro del sistema, no considerándolo un mero número, pero sin olvidar a las familias porque, cuando una persona enferma, enferma toda la familia; y también ayudando a que los profesionales desarrollen su actividad de una forma gratificante y menos mecánica, en definitiva, a HUMANIZAR la sanidad.

El 20 de abril de 2018 durante el I Congreso de HURGE que se celebró en Murcia, anunciaron que traían la Fundación a España y comenzaron a cumplir deseos.

La finalidad de la fundación es ayudar a todas a aquellas personas que, encontrándose en una situación de enfermedad importante o incurable, necesitan una ambulancia y un equipo sanitario para desplazarse. Siempre pensamos que cuando hablamos de deseo se trata de un deseo enorme, costoso e incluso imposible, y en ello hay parte de razón, pero hay otros deseos que pueden parecernos muy pequeños cuando estamos sanos, somos jóvenes o tenemos dinero y que son un mundo en situaciones de dependencia; la Ambulancia del Deseo no tiene límites, lo mismo cumple el deseo de Josefa, que pasó una tarde en su pueblo con su familia, que el de José Francisco, Severo, o el de Graciella, que con una enfermedad degenerativa pudo volver a Bolivia y reencontrarse con su familia, un deseo que implicó a decenas de profesionales.

La Ambulancia del Deseo nos necesita a todos, necesita voluntarios, a los que imparte cursos de formación, patrocinadores que no solamente aporten ese dinero tan necesario para seguir cumpliendo deseos, también que cedan espacios o materiales. Nos necesitan a todos porque nosotros los necesitamos a ellos.

Mi madre ha visto cumplido su deseo, su partida, cuando llegue, será menos dolorosa para ella y para nosotros.

Gracias. Solo puedo deciros que muchas gracias, mi familia y yo siempre estaremos eternamente agradecidos.

domingo, 24 de noviembre de 2019

Sexto pensamiento: No matarás

Por María Rodríguez González-Moro

Para erradicar cualquier tipo de violencia es importantísima la educación, la educación a los niños y a las niñas. En el caso de la violencia de género hay que educar a nuestras hijas para que sepan valorarse, que nadie tiene derecho a usar ni su cuerpo ni su alma, a educarlas en la libertad, y en el respeto, en saber decir NO. Y a nuestros hijos hay que educarlos a valorarse, un hombre violento es un hombre débil, que no tienen derecho sobre el cuerpo y el alma de una mujer, a educarlos en el respeto, en la libertad y en saber que un NO es un NO. Nuestros hijos e hijas son el futuro, en nuestras manos está que esta lacra de la violencia de género disminuya hasta desaparecer.

Este relato intenta reflejar el sufrimiento de aquellas mujeres que deciden huir, escapar dejando todo atrás, construyéndose una nueva vida, una vida donde no la pueda alcanzar su pasado, o una muerte, pero que son incapaces de pedir ayuda.

MALDITA SONRISA.
Por María Rodríguez

Un cortado con leche fría. Un cigarrillo recién encendido. El periódico sobre la mesa. Un día como tantos otros. Un día donde el sol brilla, como casi todos los días. Un vistazo al reloj. Está tardando, hoy llega tarde. Todos los días de la semana son iguales, después de dejar a los niños en el colegio y antes de ir a trabajar, un café y una conversación en nuestra cafetería favorita a salvo de miradas indiscretas, una conversación, unas miradas, unas risas. Nuestra burbuja. Así era nuestra hora. Nuestra particular vida. Aquel día nada iba a ser igual. Los minutos avanzan y ella no aparece. ¿Estará enferma?  Nunca quiso darme su número de teléfono. Siempre respetamos nuestros espacios. Dentro de nuestra burbuja solo existimos nosotras, nada ni nadie cabe en ella, simplemente nosotras. El tiempo pasa inexorablemente. Tranquila. No pasa nada. Ayer…ayer estaba más silenciosa de lo normal. Y triste. Ayer estaba triste, con esa tristeza que sale desde muy dentro. Sus ojos, esos ojos vivos y chispeantes ante cualquier comentario mío, ayer, ayer no brillaban. El tiempo pasa. Aguanta. Aguanta las ganas de rozar sus manos sin querer, aguanta las ganas de besarla, de acariciar ese pelo corto, nunca me explicó por qué le gustaba llevar así el pelo, solo sonreía tristemente. En el trabajo. Sin noticias. El corazón palpita fuerte. Ha pasado algo, seguro. El estómago cerrado, no puedo comer nada. No me entero, parezco un fantasma. Las voces son solo ruido de fondo, sin sentido, sin contenido. Y sonrío. Maldita sonrisa. Llego al colegio. Me miran. Me acerco. Sonrío, sonrío. Maldita sonrisa. Ya en casa. Buenas noches cariño, ¿Qué tal el día? ¿sabes que Nieves, mi secretaria ha muerto? Era muy extraña, nadie sabía nada de su vida, tan callada siempre, tan servicial. Disimula, Adela, disimula. Un desgraciado accidente, fue a nadar a la playa, como todas las mañanas antes de ir a trabajar y la marea la engulló. Mi cabeza da vueltas, no entiende nada. Esa era nuestra hora, nuestro momento. IMPOSIBLE. Y sonrío, maldita sonrisa.

 Un cortado con leche fría. Un cigarrillo recién encendido. Un email que llega avisando con campanillas (tengo que cambiar este sonido). Querida Adela: Perdóname. No puedo huir más, él ha vuelto a encontrarme. Me lo quitó todo, mi vida, mi alma, mi dignidad. Te quise con mi corazón, lo único que aún conservaba. Perdóname.

La burbuja ha explotado. Son 3 euros. Y sonrío. Maldita sonrisa. 





Quinto pensamiento: Mujer, Violencia, Eliminación


Por María Rodríguez González-Moro
La semana pasada no escribí, no porque los pensamientos se hayan agotado, ¡¡¡qué va!!!, estaba inmersa en terminar uno de los proyectos que más ilusión me hace, publicar un libro sobre la profesión de detectives privados, y ya está casi todo listo para su publicación el 13 de diciembre. Pero aquí no es el lugar para hablar de esto.

El día 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, esta conmemoración fue acordada por resolución 54/134 de 17 de diciembre de 1999, de la Asamblea General de la ONU. La fecha fue elegida en recuerdo de tres hermanas dominicanas, que eran activistas políticas asesinadas por orden del dictador Trujillo un 25 de noviembre de 1960.

Anteriormente en 1993 la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en la que define esta como “Todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la prohibición arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la vida privada”.

En España se publicó la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Hoy no voy a comentar la Ley, ni las sucesivas leyes que tratan de dar protección a las mujeres y a los menores en este ámbito, ya habrá ocasión; tan solo quiero hacer un homenaje, un recuerdo a todas aquellas mujeres que están sufriendo violencia de género, una violencia por parte de la persona en la que han puesto su confianza, su amor y que en muchos casos lo pagan con su vida. 

Voy a reproducir un microrrelato que presenté el año pasado al concurso organizado por el Centro de Atención a Víctimas de Violencia de Género (CAVI), dependiente de la Concejalía de Política Social, Igualdad y Mujer, de Yecla.  (sin mucho éxito, he de reconocer). 

Con este relato quiero visibilizar a aquellas mujeres que creen que tienen que sobrellevar, por mil circunstancias, esa situación, esas mujeres que callan, que sufren en silencio, esas mujeres que no aparecen en las estadísticas y que son la parte sumergida del gran iceberg que es la violencia de género.

LA MALDICIÓN DE LA MUJER AMADA
Por María Rodríguez

Sacra era una mujer dulce, de esas cuya sonrisa es posible confundir con los amaneceres de la primavera.
Sus cuarenta y tantos años conseguían que su forma de mirar, de moverse, de resultar apacible, fueran mucho más que miradas, movimientos o sensaciones, porque así era ella, calma en estado puro.
Sus salidas no eran ocasionales, le encantaba el momento casi diario que pasaba con algunas amigas en una cafetería, tan antigua que la nostalgia se mezclaba en el ambiente con años y años de tertulias de media tarde. Las amigas de Sacra no eran muy diferentes a ella, edades similares a veces traen ideas parecidas y comportamientos esperados, pero si había algo que de verdad unía al grupo era esa posibilidad de saberse con la libertad de hablar de sus cosas sin necesidad de pensar antes lo que iban a decir, porque la libertad sin espontaneidad deja de serlo para convertirse en discurso acordado entre el sentir y el recto proceder impuesto.

A veces ocurría que, alguna de ellas, dejaba deslizar actitudes maritales provenientes de la intimidad que suponían un vuelco interno secreto en esa parte de la mente donde solo cada mujer puede entrar, y ese giro oculto venía dado por la comparativa con sus propias vidas, con la de cada una de ellas, en las que con demasiada frecuencia ni tan siquiera el oro era ya capaz de relucir. El marido que gritaba, el que daba golpes en la mesa, el que poseía cuando la llamada animal estaba por encima del deseo mutuo, el que andaba intentando claves para acceder a móvil ajeno sin necesidad de declaración notarial de separación de bienes, el que imponía la obligatoria belleza femenina sin mirar su propia barriga, el marido, siempre el marido terminaba ocupando gran parte de aquellas tertulias en las que, al final, pareciera que las únicas flores eran las pintadas a mano en unas preciosas tazas donde saboreaban sus cafés humeantes y dejaban escapar sus miedos.

Para sus adentros, aquellas mujeres de sonrisa floja que reflejaban la triste temática de sus vidas como un mal menor, pensaban que Sacra era una privilegiada, nunca habló mal de su vida, como si la primavera que reflejaba se hubiera quedado a vivir en su hogar. Todas querían ser ella sin decirlo, porque no se entendería que cualquiera no quisiera aspirar a una convivencia plena en la que un paseo por las nubes fuera más que una película.

Una de esas tardes de desahogo, terminado el café y las sonrisas, Sacra no pudo más, abrió su camisa, dos botones bastaron para demostrar que aquellos moratones eran más profundos que toda la felicidad imaginada.

domingo, 10 de noviembre de 2019

Cuarto Pensamiento: El cura, la cura, los curadores y otras rarezas

por María Rodríguez González-Moro

Las que me conocéis sabéis que soy un poco “rara”, y una de esas rarezas es “investigar” palabras que, por una u otra razón, han llamado mi atención; me encanta leer, de hecho soy lectora compulsiva, y eso me ha llevado a conocer el significado de palabras más allá de lo coloquial (no me refiero al más allá de la vida, no vayamos a herir sensibilidades). Tengo un amigo que es peor que yo, inventa palabros, y hemos pasado momentos inolvidables (soy rara, lo he advertido) dando rienda suelta a esta afición, y si esos momentos van acompañados de un buen vino (o incluso malo de tapón de rosca, no importa), la risa está asegurada. Recuerdo un día en especial, cuando le contaba que en el Máster de Historia de la Familia que estaba cursando tenía una compañera brasileira, un suizo y otro quechua, y muy tranquilamente él contestó que solo me faltaba un “mostazua”; eso derivó y derivó de tal manera que acabamos, bueno no voy a entrar en detalles, tan solo deciros que fue una de las noches que más me he reído, y más frío he pasado, a pesar de los vinos que llevábamos.

Isabel Solá
Pues bien, esta semana, no sé por qué, la palabra que me persigue es “cura”; recuerdo que hace años, muchos ya, leí que la palabra cura proviene del latín curatio, cuyo significado es cuidado, solicitud. Parece que fue sobre 1330 cuando esta palabra empezó a aplicarse al párroco por tener a su cargo el cuidado de las almas de los feligreses, algo que me parece muy lógico, pero eso me dio por pensar que, si los sacerdotes cuidan y sanan almas, las psicólogas y las psiquiatras deberían llamarse también curas porque cuidan y sanan las mentes, parece lógico ¿no? Pero no, resulta que cura es masculino en esta acepción, pues si lo hacemos en femenino la cosa cambia, la cura se refiere a la acción de curar, de hacer desaparecer una enfermedad, una herida o un daño físico a una persona, animal u otro tipo de organismo. La cura no es una mujer, no existe, aunque muchas mujeres que han tomado los hábitos y se dedican al cuidado de almas y cuerpos merecerían mucho más ser curas que alguno de los curas en masculino, pienso en Isabel Solá que perdió su vida en Haití curando cuerpos y almas, en Josela que recogió su testigo, en Marta que con su sonrisa cura todo y en tantas otras que no quieren reconocimientos, y a las que les da lo mismo cómo las denominen mientras las dejen dedicar su vida al cuidado de niños, ancianos, enfermos, personas desfavorecidas socialmente (o favorecidas pero que necesitan un repasito).

En esto iba yo, pensando y pensando, cuando me vino a la mente la curatela, ¡vaya tela! (no sé qué asociación de palabras he hecho), que de una manera sencilla podemos decir que es una institución jurídica que se ha establecido para la protección de determinadas personas; la persona que ha sido designada por una resolución judicial para ejercer dicha protección se denomina curador, si acudimos al diccionario de la RAE nos encontramos con esto: Del lat. curatoria, con cambio de suf. por analogía con tutela.1. f. curaduría. ¡¡¡OOOHHH!!! Otra palabreja más, apasionante esto de entrar en el diccionario, ahora tenemos que mirar que es una curaduría (uff, casi pongo caraduria); y me dice que es cargo de curador, y la noria comienza a girar, y volvemos al principio: al curador, a la persona que tiene cuidado de algo, que cura, persona designada por resolución judicial para complementar la capacidad de determinadas personas que la tiene limitada; y la última que nos abre otra línea más atractiva: persona que cura algo, como lienzos, pescados, carnes, etc. A este paso vamos a ser todos curadores, ¡¡¡¡¡¡Enri, sácame de este embrollo lingüístico¡¡¡¡¡ y asi, mientras intento salir de este lío que parece no tener cura, en mi cabeza no para de sonar la voz de mi amiga María Teresa, que siempre que en una de nuestras conversaciones amicales hacemos una afirmación de esas que sabemos que mañana tal vez pensemos otra cosa, termina con el refrán “Nunca digas de este agua no beberé” y lo completamos a dúo con “ni este cura no es mi padre”; aunque a partir de hoy tal vez adquiera más sentido esto último, pues su padre curaba lienzos y el mío cuerpos.

¡Qué malicia esconde esa ironía respecto a lo de “ni este cura no es mi padre”! Debe ser que a lo largo de los siglos muchos de ellos, los curas, han entendido que cuerpo y alma son entes inseparables a la hora de la curación, pero hoy no toca profundizar en ello, soy mala, pero no tanto como el curare.

jueves, 31 de octubre de 2019

Tercer pensamiento: De muertos y negocios

 por María Rodríguez González-Moro

Siempre, desde pequeña he sentido una atracción especial por las cosas de muertos, por la muerte, sus ritos y el sentido de la vida (que hoy no viene a cuento). Mi interés por estos asuntos comenzó cuando murió mi abuelo Miguel, recuerdo la nieve, a mi padre afeitándose el bigote con un cartoncillo (siempre me maravillaba como lo hacía), el grito de mi madre, a mi padre salir corriendo y yo detrás, directos a casa del abuelo, a este tumbado en la cama, las caras descompuestas y a alguien echándome de la habitación. Después de este suceso, recordaba a mi abuelo en la cama inerte, sin ninguna expresión, y decidí no volver a ver a nadie muerto, quería recordarlos vivos, quería recordar las manos frías del abuelo cuando nos sacaba las almendras de las orejas en un maravilloso truco de magia, su tranquilidad, su voz y sobre todo su bondad. No me dejaron ir al cementerio, con lo cual eso era una visita que debía hacer antes o después. Recuerdo, pasados unos años, que fui con mi grupo de amigas, casi a escondidas, a ver ese lugar prohibido; recuerdo que me cautivó, un sitio tranquilo, silencioso, triste; leer las lápidas era como vulnerar la intimidad de esa persona; nació, murió, a mi querido esposo, esposa, tus hijos, nietos no te olvidan, subió al cielo.

En Murcia, en estas fechas en el Museo de la Ciudad hay un recorrido por las moradas de los muertos, y claro allí fui yo a escuchar y ver. Desde los ritos funerarios de la prehistoria hasta la actualidad, interesantísimo; me enteré que una de las primeras lápidas con dedicatoria está en el cementerio de Yecla, lo recoge un juez llamado Rafael Talón Soriano en una publicación llamada “Copia del cementerio de Yecla” (1892). El autor recoge todos los epitafios, destacando esta que a mí me gusta muchísimo, porque glosa la muerte y la vida del morador de esa tumba “Cual el tiro que le hiere / y el viento es de ligero / así Don. Antonio Herrero / es herido y así muere. / Para que el lector se entere / del sitio donde reposa / se ha colocado esta losa / oferta del sentimiento / y del dolor complemento / por sus padres y su esposa[1]. He buscado ese nicho, pero no lo he encontrado, aunque no cejo en el empeño.

Todo lo que he comentado anteriormente es una mera introducción, el pensamiento viene ahora (ja, ja, ja). Mi atracción infantil y juvenil por los muertos, por los ritos funerarios, han dado lugar a un pensamiento mucho menos prosaico: el negocio de morirse. Si, la muerte también es un nicho de mercado, nunca mejor dicho. Morirse está rodeado de negocios, mi hermano José Miguel siempre dijo que aquí en Yecla sería un buen negocio poner un tanatorio, y es cierto. Siempre se muere gente, es un negocio que no tiene fin (humor negro que tengo esta mañana), pero ¿y los demás negocios que se mueven alrededor? Las compañías de seguros, recuerdo cuando era pequeña a mi abuela y sus amigas hablando de pagar el cupón de los muertos; la compra de nichos o alquiler, que también se alquilan y además los tienen con vistas bonitas, que son más caros que sin vistas (¡qué narices le importa al muerto!!!!!). 

En Yecla se han desahuciado a los que no pagaban el alquiler, con aviso público y notificación en los nichos. ¿Vulneración de la intimidad?, no importa, “la pela es la pela”. Alucinante, ni muertos nos dejan descansar en paz (humor de hoy). Cuando se muere un familiar, con toda tu tragedia encima debes decidir el ataúd, de madera de pino, de caoba…, y si no tienes nicho debes alquilar o comprar, ¿qué hago?, ¿lo alquilo no vaya a ser que más tarde no le gusten las vistas?, ¿lo compro y es una inversión de por vida? (menudo humor tengo hoy). Y la esquela ¿qué contar en la esquela?, ¿a quién quiere poner?, ¿quiere que aparezca en el periódico?, ¿en cuál? ¿Y flores?, ¿quiere corona? ¿corona? Sí señora, una corona de muerto, ¡¡Noooo!!, quiero un ramo de novia, no te jode, a mí que me cuenta, yo no quiero ataúd, no quiero esquela, no quiero flores no quiero que se lo lleven, solo quiero estar sola con mi pena y que me dejen pensar, luego ya decidiré. 

Y pasado este trago, toca otro, el tanatorio (más negocio), antes en las casas era algo más “humano” pero menos práctico, ahora vamos a lo práctico, ya está muerto qué más da dónde se vele. Y ese es un día de contrastes, de lloros y risas, de reencuentros en los que no sabes si alégrate porque hace mil años que no ves a esa persona o llorar porque es necesario que alguien muera para volver a verla; qué cantidad de chistes y de anécdotas se cuentan en los velatorios, como queriendo ahuyentar a la de la guadaña, qué extraña es la naturaleza humana que no quiere aceptar lo que es avisado el mismo día del nacimiento. Aquí también hay un nicho de mercado comprobado en las últimas visitas a estos; ya no hay rezadoras, ya no están esas vecinas que armadas de rosario iban a acompañar a los deudos y rezaban, y rezaban; y en una de estas visitas me dio por pensar que sería un buen negocio ser “rezadora de rosario”, ese servicio debería estar contemplado por las funerarias (ahí va la idea, quiero derechos de propiedad intelectual).

Y la incineración, eso es lo mejor, alrededor de esta sí que está surgiendo negocios; qué hacer con las cenizas, no podemos quedarnos con la urna y en cada cambio de casa llevarla a cuesta, o que se caiga o que nos la roben, no, no, no. Hay mil ideas bonitas, todas previo pago, claro; desde la más habitual que es depositarlas en un columbario o un nicho, hasta esparcirlas en el mar, por el aire desde un globo, o plantar un árbol (esta me encanta, hijos ya sabéis). Pero hay verdaderas obras de arte, os lo juro. Una empresa te hace diamantes, o esas cenizas las guardas en una joya, algo así como un camafeo, que digo yo que deben ser varios porque imagina si las pones todas en uno tienes que hacer pesas para llevarlo; fundir cristales y hacer una escultura, pero atención la empresa te avisa que si bien puedes elegir cómo la quieres (más caras), te ofrece unas predefinidas, como los muebles de IKEA que vas a las casas y todos tenemos un cojín o un módulo igual. Y qué me decís de pintar un cuadro, bonito, ¿no? Resulta que te ofrecen pintar la imagen de tu ser querido y ¿si no sale favorecido? seguro que por la noche sale del cuadro y me tira del pie derecho.  Y la última que he leído, (esta es muy buena y cara) enviarlas al espacio, ponerlas en un cohete y enviarlas a la estratosfera donde ¡¡¡¡ BUUUUUMMMMM!!!!  y las cenizas se esparcirán por todos sitios ¡¡¡¡ Dios santo!!!! Eso sí es tener mala leche.

En fin, que es el día de los muertos, de los difuntos, de todos los santos y los cementerios están súper bonitos, están llenos de vida (y de muerte), que la vida solo es un paso más hacia la muerte y que solo quedan restos biológicos, que nuestros seres queridos siempre estarán a nuestro lado, porque la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma (que cursilada acabo de escribir). Y que hacer negocios está muy bien, pero que no hay que aprovecharse de los momentos de dolor, ni de alegría (que de todo hay en la viña del señor).



[1]Espacios funerarios, arquitectura, narrativa y rito en el ámbito de Yecla. (Región de Murcia) Francisco Javier DELICADO MARTÍNEZ Universitat de Valencia