por María Rodríguez González-Moro
Siempre, desde
pequeña he sentido una atracción especial por las cosas de muertos, por la
muerte, sus ritos y el sentido de la vida (que hoy no viene a cuento). Mi interés por
estos asuntos comenzó cuando murió mi abuelo Miguel, recuerdo la nieve, a mi
padre afeitándose el bigote con un cartoncillo (siempre me maravillaba como lo hacía),
el grito de mi madre, a mi padre salir corriendo y yo detrás, directos a casa
del abuelo, a este tumbado en la cama, las caras descompuestas y a alguien
echándome de la habitación. Después de este suceso, recordaba a mi abuelo en la
cama inerte, sin ninguna expresión, y decidí no volver a ver a nadie muerto,
quería recordarlos vivos, quería recordar las manos frías del abuelo cuando nos
sacaba las almendras de las orejas en un maravilloso truco de magia, su
tranquilidad, su voz y sobre todo su bondad. No me dejaron ir al cementerio,
con lo cual eso era una visita que debía hacer antes o después. Recuerdo,
pasados unos años, que fui con mi grupo de amigas, casi a escondidas, a ver ese
lugar prohibido; recuerdo que me cautivó, un sitio tranquilo, silencioso,
triste; leer las lápidas era como vulnerar la intimidad de esa persona; nació,
murió, a mi querido esposo, esposa, tus hijos, nietos no te olvidan, subió al
cielo.
En Murcia, en
estas fechas en el Museo de la Ciudad hay un recorrido por las moradas de los
muertos, y claro allí fui yo a escuchar y ver. Desde los ritos funerarios de la
prehistoria hasta la actualidad, interesantísimo; me enteré que una de las
primeras lápidas con dedicatoria está en el cementerio de Yecla, lo recoge un
juez llamado Rafael Talón Soriano en una publicación llamada “
Copia del cementerio de Yecla” (1892). El
autor recoge todos los epitafios, destacando esta que a mí me gusta muchísimo,
porque glosa la muerte y la vida del morador de esa tumba
“Cual el tiro que le hiere / y el viento es de ligero / así Don.
Antonio Herrero / es herido y así muere. / Para que el lector se entere / del
sitio donde reposa / se ha colocado esta losa / oferta del sentimiento / y del
dolor complemento / por sus padres y su esposa”
.
He buscado ese nicho, pero no lo he encontrado, aunque no cejo en el empeño.
Todo lo que he comentado
anteriormente es una mera introducción, el pensamiento viene ahora (ja, ja, ja).
Mi atracción infantil y juvenil por los muertos, por los ritos funerarios, han
dado lugar a un pensamiento mucho menos prosaico: el negocio de morirse. Si, la
muerte también es un nicho de mercado, nunca mejor dicho. Morirse está rodeado
de negocios, mi hermano José Miguel siempre dijo que aquí en Yecla sería un
buen negocio poner un tanatorio, y es cierto. Siempre se muere gente, es un
negocio que no tiene fin (humor negro que tengo esta mañana), pero ¿y los demás
negocios que se mueven alrededor? Las compañías de seguros, recuerdo cuando era
pequeña a mi abuela y sus amigas hablando de pagar el cupón de los muertos; la
compra de nichos o alquiler, que también se alquilan y además los tienen con
vistas bonitas, que son más caros que sin vistas (¡qué narices le importa al
muerto!!!!!).
En Yecla se han desahuciado a los que no pagaban el alquiler, con
aviso público y notificación en los nichos. ¿Vulneración de la intimidad?, no importa, “la pela es la pela”.
Alucinante, ni muertos nos dejan descansar en paz (humor de hoy). Cuando se
muere un familiar, con toda tu tragedia encima debes decidir el ataúd, de madera
de pino, de caoba…, y si no tienes nicho debes alquilar o comprar, ¿qué hago?, ¿lo
alquilo no vaya a ser que más tarde no le gusten las vistas?, ¿lo compro y es
una inversión de por vida? (menudo humor tengo hoy). Y la esquela ¿qué contar en
la esquela?, ¿a quién quiere poner?, ¿quiere que aparezca en el periódico?, ¿en
cuál? ¿Y flores?, ¿quiere corona? ¿corona? Sí señora, una corona de muerto, ¡¡Noooo!!,
quiero un ramo de novia, no te jode, a mí que me cuenta, yo no quiero ataúd, no
quiero esquela, no quiero flores no quiero que se lo lleven, solo quiero estar
sola con mi pena y que me dejen pensar, luego ya decidiré.
Y pasado este trago,
toca otro, el tanatorio (más negocio), antes en las casas era algo más “humano”
pero menos práctico, ahora vamos a lo práctico, ya está muerto qué más da dónde
se vele. Y ese es un día de contrastes, de lloros y risas, de reencuentros en
los que no sabes si alégrate porque hace mil años que no ves a esa persona o
llorar porque es necesario que alguien muera para volver a verla; qué cantidad
de chistes y de anécdotas se cuentan en los velatorios, como queriendo
ahuyentar a la de la guadaña, qué extraña es la naturaleza humana que no quiere
aceptar lo que es avisado el mismo día del nacimiento. Aquí también hay un nicho
de mercado comprobado en las últimas visitas a estos; ya no hay rezadoras, ya
no están esas vecinas que armadas de rosario iban a acompañar a los deudos y
rezaban, y rezaban; y en una de estas visitas me dio por pensar que sería un
buen negocio ser “rezadora de rosario”,
ese servicio debería estar contemplado por las funerarias (ahí va la idea,
quiero derechos de propiedad intelectual).
Y la
incineración, eso es lo mejor, alrededor de esta sí que está surgiendo negocios;
qué hacer con las cenizas, no podemos quedarnos con la urna y en cada cambio de
casa llevarla a cuesta, o que se caiga o que nos la roben, no, no, no. Hay mil
ideas bonitas, todas previo pago, claro; desde la más habitual que es
depositarlas en un columbario o un nicho, hasta esparcirlas en el mar, por el
aire desde un globo, o plantar un árbol (esta me encanta, hijos ya sabéis).
Pero hay verdaderas obras de arte, os lo juro. Una empresa te hace diamantes, o
esas cenizas las guardas en una joya, algo así como un camafeo, que digo yo que
deben ser varios porque imagina si las pones todas en uno tienes que hacer
pesas para llevarlo; fundir cristales y hacer una escultura, pero atención la
empresa te avisa que si bien puedes elegir cómo la quieres (más caras), te
ofrece unas predefinidas, como los muebles de IKEA que vas a las casas y todos
tenemos un cojín o un módulo igual. Y qué me decís de pintar un cuadro, bonito,
¿no? Resulta que te ofrecen pintar la imagen de tu ser querido y ¿si no sale
favorecido? seguro que por la noche sale del cuadro y me tira del pie derecho. Y la última que he leído, (esta es muy buena y
cara) enviarlas al espacio, ponerlas en un cohete y enviarlas a la estratosfera
donde ¡¡¡¡ BUUUUUMMMMM!!!! y las cenizas
se esparcirán por todos sitios ¡¡¡¡ Dios santo!!!! Eso sí es tener mala leche.
En fin, que es
el día de los muertos, de los difuntos, de todos los santos y los cementerios están
súper bonitos, están llenos de vida (y de muerte), que la vida solo es un paso
más hacia la muerte y que solo quedan restos biológicos, que nuestros seres
queridos siempre estarán a nuestro lado, porque la energía ni se crea ni se
destruye, solo se transforma (que cursilada acabo de escribir). Y que hacer
negocios está muy bien, pero que no hay que aprovecharse de los momentos de
dolor, ni de alegría (que de todo hay en la viña del señor).